Tuesday, January 15, 2008

Tía Rima


Mi memoria no alcanza a recordar por completo aquellas épocas, ni siquiera cuantos años tendría yo; vacaciones, fiestas, regalos de navidad y al final la rosca de reyes.

Voy al stereo, escucho a Ella Fitzgerald, su voz se mezcla con la trompeta de Louis Armstrong, Tenderly.

Tía Rima se ha transformado continuamente a lo largo del tiempo sin dejar de perder su voz operística. En un principio ni me daba cuenta; supongo que solo la leche de mi madre me interesaba, sin embargo, después sí que la noté, era para mí una especie de monstruo sonriente, Gulliver femenino en el país de los enanos.

Hablaba –mas bien gritaba- con su voz de trompeta (después le apodarían “ la decibeles”) dedicando un momento a cada quien, nunca paraba de recibir invitados, tíos, primos y todos, repito toodos los agregados, el fulanito de por allá, un conocido de no sé donde y alguna vecina de acullá.

Evan reclama a su “ia ai” y a un generalito de 19 meses cómo negarse. Me toma con su mano de cuatro centímetros, vamos al “pupu” un nuevo tren de control remoto.

- ¡Oh oh!- dice al chocarlo contra la mecedora, sus manitas en la cabeza, ojos de capulín y la risa despega de sus labios.

Inevitable, a juzgar por sus gritos es un González, digno vástago de tía Rima. Afuera hay menos cinco, nieve, cielo nublado, pinos grandes resplandecientes de escarcha.
El día transcurre con lo acostumbrado, lo mismo de ayer provisto de pequeñas variaciones; comida, recetas, inglés, uniforme blanco, sombrero de chef, el trabajo aprisa.

- Have a good one! – digo al despedirme de mis maestros
- Yeah you too!

En el camión miro las coulis, verdes, cafés salpicadas de nieve

- parecen galletas con azúcar glass- rio

Si tía Rima era como Gulliver, su casa bien podría ser una cueva extraña, por lo menos eso pensaba cuando ni soñando alcanzaba el metro de altura.

Lo primero que me viene a la mente es su aroma a madera y a antigüedad; la luz mediana, nunca brillante. Fotos de hijos, padres, abuelos por doquier. Figuras prehispánicas, cabezas, utensilios, espadas que en su tiempo llegué a pensar pertenecieron al ultimo samurai, ¿es que mi tía viajaba al pasado?, nunca tuve el valor de preguntarle, después de todo se trataba de una gigante.

La sala estaba dividida por un desnivel marcado con unos barrotes de madera oscuro. Iniciaban los chismes abajo, en los sillones (no obstante tía Rima siempre permanecía de pie), luego subían al comedor por una pequeña escalera cuya pared ostentaba caricaturas y dibujos a lápiz de mi tía y mis primos, dos muchachones igual que jirafas (claro sin comer hierbas, me consta que son bien carnívoros) donde continuaban las tremendas historias y suspicacias, generalmente acompañados por grandes cantidades de comida.

Salgo con amigos del college, me da ternura sus cabellos de sol a las dos del día, ojos claros, inocencia infinita, no saber lo que está realmente mal: niños de la calle, falta de agua, muertas de Juárez. Aquí todo limpio, llano, sus manos blancas moviéndolas como aire, haciendo el pastel de Ángel (puras claras y azúcar).
Tía Rima también tenía los ojos claros y bien pícaros, ningún detalle se les iba y un brillo característico denunciaba su aprecio por el chisme.

Cuando crecí la cueva se volvió una casa emocionante con muchas aventuras donde mi primo y yo jugábamos, él era príncipe, yo princesa y bruja; cuánto nos divertimos, tantas historias colgadas en las cabezas prehispánicas, entre los cuadros, la fuente del patio.

Aunque ya había pasado un tiempo tía Rima me seguía pareciendo un poco terrible, de joven había sido maestra normalista y la leyenda cuenta que era tan pero tan estricta que un día a un chico le hizo comer una hoja de papel por no entregar la tarea, yo prefería salir en esos momentos al patio y no imaginar ni el horrible (seguro era pavoroso) sabor del papel, ni la cara del muchacho, ni a la tía Rima parada gritando ¡comételo!, yo en su lugar me hubiera devorado hasta un león con tal de que no me cortara en cachitos con su espada samurai.

A Evan le gusta mucho Cri-cri, así que bailamos al ritmo de “El ratón vaquero”, él gira y gira y yo lo agarro para que no se maree. Nos reímos mucho y él corre por toda la casa, seguro será travieso como su madre. La verdad es que yo también tuve mis cositas, como el día en que pegué un chicle (poco le faltó ser una masa viscosa de medio kilo) en uno de los barrotes de la sala; mientras la gran mayoría de los invitados estaban en el comedor enfrascados en sus conquistas amorosas de juventud; después de haberlo mascado por dos horas decidí deshacerme de él, sabía a plástico y poseía la consistencia de un resorte. De buenas a primeras decidí pegarlo en uno de los barrotes pensando que si a la tia Rima le gustaban tanto los adornos ¿por qué no tener uno mas? Regrese al jardín dando brincos feliz de volver a jugar.

Fue el día de la candelaria cuando recordé (o mejor dicho me recordaron) aquello; al descubrir la goma Tía Rima se había llevado un coraje tremendo, y ese día estaba dispuesta a descubrir al culpable de tan mala acción. ¿Seria cortada, devorada o habría de someterme a la tortura masiva de los González?
Enmudeciendo rezaba en secreto para poder volverme transparente; a mi madre le bastó una mirada de reojo para descubrirlo todo y se reía entre dientes. Cuando más trataba de pasar desapercibida se escuchó la voz delatora de mi cándida hermana
- fue Lali, fue Lali, ¡mírenle la cara!

Por un momento el tiempo se detuvo y las voces se oían más graves y lentas, mis pies se movían nerviosamente mientras mi rostro cobraba un verde olivo, de repente la salvación, ¡Dios sí existía! Cambio el giro de la plática y todo se olvidó. Confesé mi culpa diez años después, entonces la risa de la tía Rima duro por varios minutos.

Le he tratado de explicar repetidamente al chef Heng lo que es el pan de muerto y la rosca de reyes; sin embargo el dead bread dice que seguro tendrá veneno y te mata; en cuanto a la rosca de reyes no se explica la razón de que tenga muñequitos del niño dios. De cualquier manera también le he contado del mole poblano y cree que es una salsa de chocolate. Ya decidí darme por vencida con él.

Gran acontecimiento era partir la rosca, el instante más importante de la velada. En general había dos roscas de enormes dimensiones retacadas de muñequitos; tía Rima era la directora y tía Tere la secretaria general de la sesión en donde era obligatorio para cada integrante de la fiesta pasar al centro de la mesa para cortar un buen pedazo, el procedimiento dictaba ir posteriormente con la secretaria quien introducía su dedo índice sagrado (y no se sabia que tan limpio, aunque nunca se supo de casos de infección) dentro del pedazo de rosca con el fin de corroborar que no se hiciera trampa.

Años mas tarde, después de una manifestación masiva por parte de los militantes de la fiesta hubo que sustituir el dedo de la tía Tere por un cuchillo recién lavado.

Hoy es día de Reyes quizá por eso mi mente rememora aquellos días.

- habríamos de hablarle a la tía Rima- digo a claudia

Evan hace un batidillo con el jugo de uva y el arroz, sonríe y me grita

- “ia ai”-
- pues háblale – responde Claudia - tu tienes su teléfono-.

Muerdo un trozo de pescado, mientras divago nuevamente en tía Rima. Fue en un viaje a Veracruz cuando me volví su hija postiza, comíamos en el malecón y un músico burlón se acerco creyendo que era mi madre, ella grito y rio alegremente contestando que sí, al instante celebrábamos la adopción al ritmo de un son jarocho.

Ni hablar, habrá que hacer rosca de reyes cada año para Evan y contarle sobre las temibles aventuras de una gigante samurai en el país de los enanos.

Tomo el teléfono, marco el larguísimo número escrito en la agenda, una voz de ópera contesta

- ¿bueno?
- ¡Hola tía!







Tuesday, January 8, 2008

Poetica

La luna se puede tomar a cucharadas
Jaime Sabines

...calle tu boca con mis besos José Alfredo Jiménez


Líneas perfectas
Son para ti

Mantel
Ventana
Azul
Mi mente

Puerta de entrada
brazos
danza
Tu

Detrás de la mañana
Tus labios

Aroma a hierbabuena
Pasos
Beethoven
Jarabe de luna

Callar palabras con besos
Rojos
Blancos
Monet en la noche

Tu Mirada
mis ojos